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Gente de Horta



Hay un barrio en Barcelona donde poco van los turistas.

Un barrio que me encanta ya que pasear y vivir en él es muy agradable. La verdad, como en casi todos los rincones de esta maravillosa Barcelona.

Para nosotros que llegamos de otros lugares del mundo y, durante un tiempo, experimentamos lo que me gusta llamar - al igual que en la pintura - nuestro período español, sentimos que después de la primera época del descubrimiento, necesitamos algo más. Una vez atravesada la Rambla, haber invertido el tiempo en el barrio Gótico y haberse maravillado con la extraordinaria Sagrada Familia, realmente necesitamos algo más para comprender y amar a Barcelona.

Horta se encuentra al norte del centro. No muy lejos de las colinas.




Cuando me instalé aquí después de haber pasado un mes en el Raval, otro lugar en el que me encanta convivir y disfrutar del tiempo, me quedé inmediatamente sensible a la atmósfera de Horta. Lejos del ruido y la furia del mundo.

No se disfruta de Horta en una sola mirada o un solo paseo.

Horta se gana día a día. Y su gente también. Gente que se toma su tiempo para acogerte. Y cuando lo hacen, es tan sólido y cálido, que te sorprendería el sentirte mejor que en casa.

Se debe caminar por las calles de Horta y observar los alrededores. Tomándose el tiempo para ello. Solo entonces se descubre la sorprendente arquitectura de sus casas y edificios. A veces, al girar la esquina de una calle que, a priori, parece tener una pequeña simplicidad, aparece una casa con inspiración de Gaudí o un edificio de los años 20. En cualquier lugar puedes encontrar muchas terrazas donde tomarse un descanso y saborear tapas y copas.

Por supuesto, el alma de un barrio la crea su gente.



La Gente de Horta - que sería un buen título para una novela - me han conquistado. Ellos son el corazón de este barrio, su latido y su ritmo. Usted podría decir cómo en todas partes. Pero no es así. Por mi experiencia de haber recorrido muchas partes del mundo, descubrí que Horta posee algo diferente. Mis amigos franceses me dicen: amas Barcelona. Lo que es cierto. Al llegar aquí en abril, quede enamorada de esta ciudad. Lo nuestro es una historia de amor y, como decimos en Francia, el amor es ciego. Aunque no siempre es así, a mi estas cosas me traen sin cuidado. En estos momentos me duele el corazón al sentir que estoy lejos de esta ciudad, de este barrio y de estas personas.

La Gente de Horta es maravillosa porque se percibe, está ahí. Te hospeda con una generosidad poco común. Son catalanes, argentinos, españoles de por aquí o de donde sea que procedan, lo mas importante es que aquí están. Increíblemente presentes, atentos, conversadores, generosos, hospitalarios. Parece algo banal, dicho así, pero en realidad es todo lo contrario. No hace mucho tiempo que empecé a relacionarme con la Gente de Horta, de este barrio donde vivo y de este bar desde donde escribo mis novelas. Pero en un punto tuve que volver de nuevo a París. De nuevo se desvaneció mi alegría. Dado que ésta es una historia de amor, al dejar a mis seres queridos se me rompe el corazón. Allí uno de los habitantes del barrio me dice: Vuelve pronto, te esperamos, chica. ¡Hasta la próxima!



Así es Horta, una mezcla de belleza arquitectónica y de belleza humana. Y actualmente, la belleza es algo que sigue siendo primordial. Esencial. Especialmente para mí, escritora de suspenso y novela negra, que diariamente estoy escribiendo « asuntos horribles ». Belleza, sensualidad mediterránea y generosidad. Un optimo trio. Mientras redacto estas palabras me encuentro todavía a París, pero siento que mi corazón está en Barcelona. Pienso en esta increíble energía que todos los días abastece la ciudad, incluso estando lejos del centro – y recalco que hay que alejarse regularmente para apreciar plenamente Barcelona. Pienso en el lenguaje, cálido y rico, cuyo amor hacia él cada día es más fuerte ya que es propicio para el arte de la conversación. Creo que anoro Barcelona y sus habitantes. Siempre he preferido el sur antes que el norte. Mas que el gris y el estrés de las calles de París, elijo las calles animadas de Barcelona – inmenso organismo « humano-urbano » rico por sus gestos, sus cálidos contactos y sus palabras.



Al bar Mutet, donde a veces me encuentro escribiendo novelas, tuve la oportunidad de ver un escudo de fútbol cuyo bordado tenia escrito: Te llevo en el alma y cada dia te quiero mas.

Esta frase es como una invitación a quedarse en esta ciudad y en este barrio. Probablemente porque, cuando uno viene de otro rincón del planeta, agradece de corazón saber que hay, en algún lugar, alguien que te espera.

Lalie Walker

Paris, noviembre 2016

Gracias a Anna Pardinilla Gutiérrez para leer y corriger me


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